Nace el 19 de octubre de 1943 en Barcelona.
Estudio en la Escuela Massana y en la Escuela Superior de Bellas Artes Sant Jordi de Barcelona.
Se inició como pintor de la Nueva Figuración (1965-1968) y entre 1969-1973 pasa por una etapa de experimentación conceptual y retorna a la pintura figurativa dentro de una línea expresionista, otorgando gran énfasis al color.
Ha vivido largas temporadas en Nueva York (1975-1983) y en Miami (1987-1988).
Además de pintura, su obra actual incluye escultura, obra gráfica, murales, carteles, etc.
Actualmente vive y trabaja en su taller de Barcelona.
En 1994, la Generalitat de Catalunya le otorgó el “Premio de Artes Plásticas”
Ocurrio en el año 2009
Su experiencia extraña sucedió en Brasil le cambio tanto la vida que a partir de ese comenzó a pintar cuadros con unos seres como si reptiloides se tratasen pues comenzó a pintar unos cuantos hasta llegar a perfeccionar cada detalle para acercarse más a los seres que presencio.
El vio un objeto metalico entre las nubes que comenzó a descender
Existe un tiempo desparecido en este caso. Estos seres tenían una actitud muy amigables, sus ojos eran negros y grandes,la piel escamosa, cuello muy largo.
Era un pintor premiado y expuesto, pero su avistamiento de un ovni cambió para siempre su obra (y su vida).
Afirma el pintor Robert Llimós (Barcelona, 1943), premiado y con obra expuesta su Miraestels flota desde el 2005 en el puerto de Barcelona, que su experiencia con los alienígenas le ha valido el ninguneo. Aun así, no cesa de pintar, una y otra y otra vez, lo que vio durante dos horas y media en una playa de Fortaleza, en Brasil. El próximo miércoles expone su nueva hornada de «retratos» de la pareja de reptilianos en el Espai Marc Llimós y el viernes se estrena en los Maldà el documental Robert Llimós. Art i Ovnis, de José Antonio López de Espinosa.
Paga un precio alto por su empeño. Es una suerte que el encuentro me ocurriera a los 65 años, porque si hubiera sido a los 30 me habría vuelto loco si no me hacían caso. Te sientes más solo que la una. Nadie compra un cuadro. El galerista no quiere saber nada. Pero prefiero que mi obra sea útil.
¿Empezamos por el principio? Yo había ido a la boda de un hermano de mi compañera en Brasil. Una tarde cogí el bloc y el lápiz y me fui a la playa. Comencé a dibujar las plantas que sostenían las dunas y, de repente, tenía delante un ovni rodeado de una neblina que se iba despejando. No hizo ningún ruido (lo emitió al marchar). Sobre la cubierta de la nave se proyectaron líneas de colores, como las pinceladas en el espacio de una obra mía. Una lucecita me escaneó y, de debajo del aparato, surgió un observatorio con una ventana rectangular. Detrás había una pareja, hombre y mujer.
¿Eran como las pinta? Ni un detalle es inventado. Hago antropología espacial. Aunque la etiqueta me parece peyorativa, eran reptilianos. Tenían la piel escamosa en la gama de los tostados y verdes, los ojos grandes, unas orejas pequeñas que parecían champiñones, rojas por dentro y negras por fuera. Dicen que hay 70 tipos distintos de alienígenas. Otros, más de 100.
¿No se murió de miedo? Estaba alucinado. No pensé. Yo no recuerdo casi nada, puede que estuviera en dos lugares a la vez y la comunicación fuera telepática. Sí vi que respiraban bondad. Les dije que no se me llevaran.
Es evidente que no lo hicieron. Se dejaron ver para que yo los representara. Y los dibujaré hasta que no pueda más. Es lo que quieren.
¿Los ha vuelto a ver? No. Pero tras el encuentro pasaron cosas.
¿Qué cosas? En seis ocasiones, hablando por teléfono con distintos interlocutores, oí vocecitas por el auricular. No entendí qué decían, pero sí su sentimiento. Las primeras sonaban alegres, las siguientes enérgicas y las dos últimas 10 días antes de que Obama decidiera postergar la desclasificación de los archivos Ovni tristes.
¿Lo que quieren es que se reconozca su existencia? Sí. Siempre existieron se han encontrado bujías de hace 120.000 años, pero empezaron a dejarse ver después de la segunda guerra mundial, cuando el impacto de las bombas repercutió en el universo. Ellos no se dejan fotografiar, porque aún no quieren dar información a una humanidad capaz de dejar morir a los refugiados sirios en el Mediterráneo.
No se lo tomé mal. Su único hijo murió en un accidente en 1995. Quizá sufriera un ‘shock’. No hay palabras para describir el dolor de la pérdida de mi hijo Marc, pero no estoy loco. Mi imaginario no parte del subconsciente, sino de lo físico. Ellos me eligieron porque sabían que podía hacerlo.