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Un equipo de científicos creado por la NASA emprende un estudio para conocer mejor los ovnis


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Los resultados de su trabajo se darán a conocer a mediados del año próximo

Oficialmente, ya no son ovnis, objetos volantes no identificados, sino fanis, fenónemos aéreos no identificados (UAP, por las siglas en inglés, que han desplazado a UFO), una definición más amplia que seguramente tardará tiempo en desplazar a la que se ha instalado durante décadas en el imaginario colectivo. La agencia aeroespacial estadounidense, la NASA ha creado un grupo de trabajo independiente para que estudie a fondo esos fenómenos que ha empezado este lunes sus trabajos.

La NASA ha seleccionado a 16 personas para participar en el estudio, que parte con un lastre: se centrará únicamente en la información no clasificada como secreta o confidencial. A mediados de 2023 se publicará un informe completo con las conclusiones del equipo multidisciplinar.

 
“Los fenómenos aéreos no identificados son de interés tanto para la seguridad nacional como para la seguridad aérea y el estudio se alinea con uno de los objetivos de la NASA para garantizar la seguridad de las aeronaves”, ha explicado la agencia en un comunicado. Sin acceso a un amplio conjunto de datos, explica, es casi imposible verificar o explicar cualquier observación, por lo que el objetivo del estudio es informar a la NASA de los posibles datos que podrían recogerse en el futuro para discernir científicamente la naturaleza de los ovnis y otros fenómenos en el cielo que no pueden ser identificados como aviones o como fenómenos naturales conocidos. “El limitado número de observaciones de alta calidad de los fenómenos aéreos no identificados hace que actualmente sea imposible sacar conclusiones científicas sobre la naturaleza de estos eventos”, asegura la NASA.

El equipo identificará cómo los datos recogidos por las entidades gubernamentales civiles, los datos comerciales y los datos de otras fuentes pueden ser potencialmente analizados para arrojar luz sobre esos fenómenos. A continuación, recomendará una hoja de ruta para el posible análisis de datos por parte de la agencia en el futuro.

“Explorar lo desconocido en el espacio y en la atmósfera es la esencia de lo que somos en la NASA”, dijo Thomas Zurbuchen, administrador asociado de la Dirección de Misiones Científicas en la sede de la NASA en Washington, a través de un comunicado. “La comprensión de los datos que tenemos en torno a los fenómenos aéreos no identificados es fundamental para ayudarnos a sacar conclusiones científicas sobre lo que está sucediendo en nuestros cielos. Los datos son el lenguaje de los científicos y hacen que lo inexplicable sea explicable”, añade.

Aunque no está relacionado con este nuevo estudio, la NASA tiene un programa activo de astrobiología que se centra en los orígenes, la evolución y la distribución de la vida más allá de la Tierra. Desde el estudio del agua en Marte hasta el sondeo de prometedores “mundos oceánicos”, como Titán y Europa, las misiones científicas de la NASA colaboran con el objetivo de encontrar signos de vida más allá de la Tierra.

Estudios del Pentágono
El Pentágono cuenta con sus propios grupos de trabajo en paralelo, aunque con un enfoque diferente. En junio del pasado año publicó un informe sobre fenómenos aéreos no identificados en el que la conclusión era que no tenían respuestas por el momento para explicar cientos de avistamientos inusuales entre noviembre de 2004 y marzo de 2021. “Los datos se siguen recolectando y analizando”, afirmaba el documento elaborado con información recabada por las más importantes agencias de defensa, inteligencia y científicas de Washington.

El Gobierno de Estados Unidos estableció cinco categorías para clasificar los fenómenos registrados. En la primera entran globos meteorológicos, aves y vehículos recreativos. La segunda son los fenómenos atmosféricos como cristales de hielo, humedad o fluctuaciones térmicas. En la tercera entran objetos desarrollados por la Administración o la industria privada armamentística. En la cuarta están este mismo tipo de sistemas, pero desarrollados por potencias rivales como China y Rusia. En la quinta categoría entra casi todo lo que no tiene explicación, es decir, aquello que sigue siendo un misterio, como vuelos con patrones irregulares. Los militares han creado equipos multidisciplinares con físicos, ópticos, meteorólogos y expertos en metales para descifrar esos misterios.

 
En mayo pasado, responsables del Pentágono explicaron a los integrantes del subcomité de Inteligencia de la Cámara de Representantes sus conclusiones y proyectaron los vídeos de algunos avistamientos.

Nueve hombres y siete mujeres
El nuevo equipo de la NASA está formado por nueve hombres y siete mujeres, incluyendo “algunos de los principales científicos del mundo, profesionales de los datos y la inteligencia artificial, y expertos en seguridad aeroespacial”, según la agencia. Está encabezado por David Spergel, presidente de la Fundación Simons, donde fue el director fundador de su Instituto Flatiron de Astrofísica Computacional. Sus intereses abarcan desde la búsqueda de planetas y estrellas cercanas hasta la forma del universo. Ha medido la edad, la forma y la composición del universo y ha desempeñado un papel clave en el establecimiento del modelo estándar de la cosmología. Becario MacArthur “Genius”, Spergel ha sido citado en publicaciones más de 100.000 veces.

Además de Spergel, el equipo está formado por Anamaria Berea, profesora asociada de Ciencia Computacional y de Datos en la Universidad George Mason de Fairfax (Virginia); Federica Bianco, profesora de la Universidad de Delaware en el Departamento de Física y Astrofísica, la Escuela Biden de Política Pública y Administración y científica principal del Observatorio Urbano Multiurbano; Paula Bontempi, oceanógrafa biológica desde hace más de 25 años y la segunda mujer que dirige la Escuela Superior de Oceanografía de la Universidad de Rhode Island (URI); Reggie Brothers, socio operativo de AE Industrial Partners en Boca Ratón (Florida); Jen Buss, directora general del Potomac Institute of Policy Studies de Arlington (Virginia); Nadia Drake, periodista científica independiente y colaboradora de National Geographic; Mike Gold, vicepresidente ejecutivo de Espacio Civil y Asuntos Externos de Redwire en Jacksonville (Florida); David Grinspoon, científico senior en el Instituto de Ciencias Planetarias de Tuscon (Arizona) y asesor habitual de la NASA en materia de exploración espacial; Scott Kelly, un antiguo astronauta de la NASA, piloto de pruebas, piloto de caza y capitán retirado de la Marina estadounidense; Matt Mountain, presidente de la Asociación de Universidades para la Investigación y la Astronomía, conocida como AURA; Warren Randolph, subdirector ejecutivo del departamento de Investigación y Prevención de Accidentes para la Seguridad Aérea de la Administración Federal de Aviación (FAA); Walter Scott, vicepresidente ejecutivo y director de tecnología de Maxar en Westminster (Colorado), una empresa de tecnología espacial especializada en inteligencia terrestre e infraestructura espacial; Joshua Semeter, profesor de ingeniería eléctrica e informática y director del Centro de Física Espacial de la Universidad de Boston; Karlin Toner, directora ejecutiva en funciones de la Oficina de Política y Planes de Aviación de la FAA, y Shelley Wright, profesora asociada de física en el Centro de Astrofísica y Estudios Espaciales de la Universidad de California en San Diego.

 
 
 
 
 
 

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